“Alberto Luberta Noy, ¡qué talento!”
Cada noche, durante más de cincuenta años, millones de radioyentes nos agrupábamos junto a los radiorreceptores, como quienes se sientan a una mesa en familia. Cuando Eduardo Rosillo, con su estilo peculiar, exclamaba: “Y continuamos riendo…”, cundía la emoción. A partir de aquel momento desfilaba un universo de personajes que hablaban como tú, como aquellos y como yo, destilando su idiosincrasia de pueblo.